BISTURÍ ÓPTICO
TEXTOBISTURÍ ÓPTICO
EL BISTURÍ ÓPTICO
Precisión y sensibilidad son los términos en que Sandra Pani plantea la ecuación entre el todo y las partes, pues en un hecho que todos los cuerpos -hasta los más elementales y aparentemente inertes- están constituidos de partes; una noción que han tenido bien presente los grandes anatomistas y morfólogos tanto del siglo pasado como del que está por terminar:
Un arte manierista de impresionante efectismo culmina con las planchas que ilustran estas obras. Las planchas anátomicas de Gautier d´Agoty y los grabados que ilustran el tratado sobre la anatomía de la mano de Sir Charles Bell dan cuenta de este afán analítico, el mismo afán que conduce siempre a la misma conclusión por diferente o extraña que sea. Como que la ecuación se resuelve en el terreno de los hechos. La muestra de un escultor o artista de algún tipo, que respresentó recientemente en Mannheim sus "demostraciones" hechas con material humano como que pondría de manifiesto o anularía totalmente lo que yo propondría. Pero el caso es que la cosas están suspendidas en el centro de una disyuntiva que absorbe a los pensadores...y a los poetas, desde hace mucho tiempo.
EL CUERPO CLÁSICO
El cuerpo, concebido como idea, propone casi siempre la idea de abismo o de cima, como si fuera una cosa disociable racionalmente y comprensible en los términos en que se entiende "lo animal ", es decir, lo que está animado de movimiento o de vida. El movimiento de una planta es de acción miníma y de intensidad máxima, es por eso que estas pinturas son tan interesantes. Representan ese punto en que el movimiento y la vida se equilibran como formas expresivas y son patromonio único, más del artista que del anátomico. Todas las formas o cosas se dirigen hacia su inteligencia: hacia la "formación" de un todo comprensible y orgánico, pero no en un orden que escapa a la inteligencia y que se oculta de alguna manera, a su condición de documento acerca de la respuesta del movimiento que se oculta, de alguna manera, a su condición de documento acerca de la respuesta del movimiento que se oculta a la razón y que actúa predominantemente en e orden de las sensaciones. El vértigo que produce el vórtice o la sensación de abismo ante la cosa abierta en canal, desmembrada, expuesta en su organización esencial, pero sin señalamientos indicativos que nos dicen exactamente de lo que se trata. En el arte es fuerza que la documentación sea más emotiva que la forma misma que expresa la emoción.
Entre los 2 abismos el de la cima y el de la sima se abre esa interrogación que nos hace enmudecer, que nos ilumina o que nos enloquece; una emoción que me dominó hace más de cincuenta años, cuando llegaron por primera vez a mis ojos los dibujos de Farabenf en su tratado de las amputaciones o en ese libro terrible de Bataille en que se detiene para hablarnos acerca del arte de la transgresión y en el que pone la obsesionante fotografía del chino disectado vivo, legal y ceremoniosamente. El cuerpo propio o el del árbol es lo más inmediato que hay a nuestros sentidos; no podemos ver más que cuerpos o cosas que el artista analiza de manera totalmente lírica, como se analiza una canción o un poema; los músculos, tegumentos, filamentos, lígneos que se exhiben no tienen más significado que lo que representan en la pantalla mental. El chino es mucho más impresionante al orden secreto de la vida que el proceso histórico que lo lleva a ser expuesto en esa fotografía atroz. Lo cierto es que no me hubiera detenido a ver estas "preparaciones" singulares si no tuvieran otros ingredientes que los que nos proponen los tratados clásicos. Admito que tengo una deformación profesional que tiende hacia lo truculento y lo espectacular, pero declaro que después de tantas experiencias prefiero la gota del rocío, el alcatraz fundamental, a esa floración exhuberante de venas y de huesos, de músculos, de venas que nos proponen los grandes tratados. Sandra Pani ha sabido sintetizar ese orden cruento en formas que nos hacen pensar, justamente, en una concepción del cuerpo y del mundo que percibimos, más por su belleza que por sus convulsiones.
LA FLOR DEL CUERPO
Los cuadros de Sandra Pani exhibidos en su exposición de 1994 (Galería Lourdes Chumacero) hacen suponer que ya desde entonces había aflorado en esta artista el ideal perseguido con denuedo por Leonardo y por Durero: Penetrar en los mecanismos y en la geomentría del cuerpo, pero de una manera menos categórica, más libre y más lírica.
EL MUSEO
Los grandes formatos de estos cuadros hacen presumir que fueron hechos con un propósito que trasciende una intención meramente decorativa. Pronto se ve que el arte figurativo ha tomado por su cuenta la forma que tiene la organización del cuerpo como figura poética más que como figura mecánica; y viendo las pinturas de Sandra Pani me fui perdiendo en un laberinto especulativo de huesos, de músculos, de tendones,de ligamentos, de esos arroyuelos de lonfa vital que invaden todas las estructuras, hasta las de los muertos, que todo canalizan y todo invaden, y decidí zafarme o salvarme de ese mar de linfa y de luz que invade loi mismo a los cristales que a las semillas, que a los tegumentos y tejidos, para poner mi mente a salvo del análisis y poder naufragar a mis anchas por este mar de sensaciones que no sé si pertenecen a la memoria de la especie o nada más a mi sensibilidad o a la de Sandra, que por la emoción me obliga a contradecir en las últimas líneas lo que digo en su inicio, pero se paga por ver, y este sería quizá el mejor encomio que yo podría hacer de la artista que con esta muestra llega, sin duda, a su primera madurez.
Se abona con el análisis, pero se paga con emoción. Destaco en este cúmulo de emociones que se confunden con las sensaciones y con las deducciones algunos de los motivos más significativos, aunque no tenga caso adelantar las cosas que nada más habrán de ser visitas. Los dos autorretratos son muy interesantes. A mi me sugieren, aunque no tienen nada que ver, la manera de abordar el modelo que tenía Giacometti, no sé por qué. Una disección longitudinal, ejercicio totalmente imaginario, sin espejo que refleja la visión interior que el artista tiene de sí mismo. El segundo autorretrato hace una síntesis del anterior. Hay un "Bosque" como salido de una ensoñación y un "Adán y Eva" en que se aúnan el bosque y el cuerpo y que me recuerda vagamente a Cranach. Pero para mi de todas estas pinturas, la que más me mueve a sentir y a pensar es la figura de ese "Árbol" (Wholenes) en el que están concretadas todas las posibilidades del orden canónico que rige por igual a la forma de la mano que a la del árbol...
EL TEATRO ANATÓMICO
El universo es un anfiteatro. El estudio también. Las cosas que lo componen representan un drama fenomenal en que las partes discurren de acuerdo al guón que dicta un maestro imponderable. Los compararas, es decir, los que comparten la escena en la mente del espectador , por la disgregación ordenada de las partes, un todo racional pero sólo comprensible por la intuición que las reintegra a la misma catarsis que las dispersa y luego reordena mentalmente.
Por Salvador Elizondo
Precisión y sensibilidad son los términos en que Sandra Pani plantea la ecuación entre el todo y las partes, pues en un hecho que todos los cuerpos -hasta los más elementales y aparentemente inertes- están constituidos de partes; una noción que han tenido bien presente los grandes anatomistas y morfólogos tanto del siglo pasado como del que está por terminar:
Un arte manierista de impresionante efectismo culmina con las planchas que ilustran estas obras. Las planchas anátomicas de Gautier d´Agoty y los grabados que ilustran el tratado sobre la anatomía de la mano de Sir Charles Bell dan cuenta de este afán analítico, el mismo afán que conduce siempre a la misma conclusión por diferente o extraña que sea. Como que la ecuación se resuelve en el terreno de los hechos. La muestra de un escultor o artista de algún tipo, que respresentó recientemente en Mannheim sus "demostraciones" hechas con material humano como que pondría de manifiesto o anularía totalmente lo que yo propondría. Pero el caso es que la cosas están suspendidas en el centro de una disyuntiva que absorbe a los pensadores...y a los poetas, desde hace mucho tiempo.
EL CUERPO CLÁSICO
El cuerpo, concebido como idea, propone casi siempre la idea de abismo o de cima, como si fuera una cosa disociable racionalmente y comprensible en los términos en que se entiende "lo animal ", es decir, lo que está animado de movimiento o de vida. El movimiento de una planta es de acción miníma y de intensidad máxima, es por eso que estas pinturas son tan interesantes. Representan ese punto en que el movimiento y la vida se equilibran como formas expresivas y son patromonio único, más del artista que del anátomico. Todas las formas o cosas se dirigen hacia su inteligencia: hacia la "formación" de un todo comprensible y orgánico, pero no en un orden que escapa a la inteligencia y que se oculta de alguna manera, a su condición de documento acerca de la respuesta del movimiento que se oculta, de alguna manera, a su condición de documento acerca de la respuesta del movimiento que se oculta a la razón y que actúa predominantemente en e orden de las sensaciones. El vértigo que produce el vórtice o la sensación de abismo ante la cosa abierta en canal, desmembrada, expuesta en su organización esencial, pero sin señalamientos indicativos que nos dicen exactamente de lo que se trata. En el arte es fuerza que la documentación sea más emotiva que la forma misma que expresa la emoción.
Entre los 2 abismos el de la cima y el de la sima se abre esa interrogación que nos hace enmudecer, que nos ilumina o que nos enloquece; una emoción que me dominó hace más de cincuenta años, cuando llegaron por primera vez a mis ojos los dibujos de Farabenf en su tratado de las amputaciones o en ese libro terrible de Bataille en que se detiene para hablarnos acerca del arte de la transgresión y en el que pone la obsesionante fotografía del chino disectado vivo, legal y ceremoniosamente. El cuerpo propio o el del árbol es lo más inmediato que hay a nuestros sentidos; no podemos ver más que cuerpos o cosas que el artista analiza de manera totalmente lírica, como se analiza una canción o un poema; los músculos, tegumentos, filamentos, lígneos que se exhiben no tienen más significado que lo que representan en la pantalla mental. El chino es mucho más impresionante al orden secreto de la vida que el proceso histórico que lo lleva a ser expuesto en esa fotografía atroz. Lo cierto es que no me hubiera detenido a ver estas "preparaciones" singulares si no tuvieran otros ingredientes que los que nos proponen los tratados clásicos. Admito que tengo una deformación profesional que tiende hacia lo truculento y lo espectacular, pero declaro que después de tantas experiencias prefiero la gota del rocío, el alcatraz fundamental, a esa floración exhuberante de venas y de huesos, de músculos, de venas que nos proponen los grandes tratados. Sandra Pani ha sabido sintetizar ese orden cruento en formas que nos hacen pensar, justamente, en una concepción del cuerpo y del mundo que percibimos, más por su belleza que por sus convulsiones.
LA FLOR DEL CUERPO
Los cuadros de Sandra Pani exhibidos en su exposición de 1994 (Galería Lourdes Chumacero) hacen suponer que ya desde entonces había aflorado en esta artista el ideal perseguido con denuedo por Leonardo y por Durero: Penetrar en los mecanismos y en la geomentría del cuerpo, pero de una manera menos categórica, más libre y más lírica.
EL MUSEO
Los grandes formatos de estos cuadros hacen presumir que fueron hechos con un propósito que trasciende una intención meramente decorativa. Pronto se ve que el arte figurativo ha tomado por su cuenta la forma que tiene la organización del cuerpo como figura poética más que como figura mecánica; y viendo las pinturas de Sandra Pani me fui perdiendo en un laberinto especulativo de huesos, de músculos, de tendones,de ligamentos, de esos arroyuelos de lonfa vital que invaden todas las estructuras, hasta las de los muertos, que todo canalizan y todo invaden, y decidí zafarme o salvarme de ese mar de linfa y de luz que invade loi mismo a los cristales que a las semillas, que a los tegumentos y tejidos, para poner mi mente a salvo del análisis y poder naufragar a mis anchas por este mar de sensaciones que no sé si pertenecen a la memoria de la especie o nada más a mi sensibilidad o a la de Sandra, que por la emoción me obliga a contradecir en las últimas líneas lo que digo en su inicio, pero se paga por ver, y este sería quizá el mejor encomio que yo podría hacer de la artista que con esta muestra llega, sin duda, a su primera madurez.
Se abona con el análisis, pero se paga con emoción. Destaco en este cúmulo de emociones que se confunden con las sensaciones y con las deducciones algunos de los motivos más significativos, aunque no tenga caso adelantar las cosas que nada más habrán de ser visitas. Los dos autorretratos son muy interesantes. A mi me sugieren, aunque no tienen nada que ver, la manera de abordar el modelo que tenía Giacometti, no sé por qué. Una disección longitudinal, ejercicio totalmente imaginario, sin espejo que refleja la visión interior que el artista tiene de sí mismo. El segundo autorretrato hace una síntesis del anterior. Hay un "Bosque" como salido de una ensoñación y un "Adán y Eva" en que se aúnan el bosque y el cuerpo y que me recuerda vagamente a Cranach. Pero para mi de todas estas pinturas, la que más me mueve a sentir y a pensar es la figura de ese "Árbol" (Wholenes) en el que están concretadas todas las posibilidades del orden canónico que rige por igual a la forma de la mano que a la del árbol...
EL TEATRO ANATÓMICO
El universo es un anfiteatro. El estudio también. Las cosas que lo componen representan un drama fenomenal en que las partes discurren de acuerdo al guón que dicta un maestro imponderable. Los compararas, es decir, los que comparten la escena en la mente del espectador , por la disgregación ordenada de las partes, un todo racional pero sólo comprensible por la intuición que las reintegra a la misma catarsis que las dispersa y luego reordena mentalmente.
Por Salvador Elizondo