FLOR DEL CORAZÓN
TEXTOFLOR DEL CORAZÓN
FLOR DEL CORAZÓN
Decía Pascal, en sus célebres Pensamientos, que "la desgracia de los hombres viene de una sola cosa: de no saberse estar quietos en su cuarto". ¿Qué necesidad hay -se preguntaba Pascal de navegar o de sitiar una plaza? ¿Para qué emprender grandes viajes o aventuras de descubrimiento-digo yo-si la vida es el viaje mismo y basta la vastedad del lugar que ocupamos para descubrir todo lo que nos es humanamente posible descubrir?
Sandra Pani es una artista que comulga con estas ideas y así nos lo deja ver en su pintura. Quedarse quieta, observar, sentirse una con el lugar que ocupa, es una manera de ver el mundo que resuena armoniosamente con su propia naturaleza. Es por ello que, al menos hasta hace muy poco, no había sentido la necesidad de explorar en su pintura un universo que fuera más allá del lugar que ocupa el cuerpo. Su viaje ha sido una iliada alrededor de su cuerpo, a la vez que una Odisea que busca regresar al manantial de sus orígenes, al venero de sus sensaciones, al ojo de agua de la atención. Así una y otra vez, Sandra se ha dibujado así misma sin descanso trazando con un lapiz o con un carboncillo el contorno de su figura, y explorando después , con distintos medios y materiales, en la profundida superficialidad de la pintura, el insondable mundo de las superficies interiores que nos constituyen.
En este sentido, su pintura se halla muy lejos del narcisismo evidente de muchos de los pintores y dibujantes que se han abocado a autorretratarse obsesivamente. Las incisivas exploraciones que del cuerpo hace Sandra Pani, no se regodean en los rasgos atractivos de la figura pública, glamorosa, social. El calor de la piel y el brillo de los maquillajes no le interesan. La atrae, en cambio, la posibilidad de penetrar con el pincel, como si fuera un escalpelo, en el interior del cuerpo, busca de otra cosa. ¿Será que con su pintura Sandra Pani busca recordar algo que el cuerpo sabe pero que guarda y calla celosamente? Los títulos de dos de sus exposiciones más recientes en la Casa Lamm así parecen sugerirlo: “El bisturí Óptico”, (1998) y “Memoria del Cuerpo”, (2003). ¿O será que esta exploración pictórica no busca nada en el tiempo y sí en el espacio… en el espacio mismo de la pintura? Porque no hay que olvidar que desde que artistas como Jackson Pollock (o su menos conocida esposa, La excelente pintora Lee Krasner), dejaron de ver la tela como una ventana por donde se asoma el mundo, para convertirla en el campo mismo de la experiencia artística donde un nuevo mundo se manifiesta, se convirtieron exactamente en lo mismo, lo que en la pintura se presenta y lo que la pintura representa. Los cuerpos pintados de Sandra Pani, con todas sus estructuras anatómicas, visibles, no son distintos del cuerpo de sus cuadros, en los que los trazos, las manchas, los borrones y los toques de color, escriben la historia de su vida. Una historia en la que podemos ver a la figura tutelar de su abuelo, el arquitecto Mario Pani, diciéndole a Sandra con franqueza: “que curioso…viéndote a ti jamás pensaría que pintas lo que pintas…” Y si he comenzado este ensayo diciendo que el arte de Sandra Pani no ha requerido de emprender grandes viajes para encontrar el objeto de su predilección-su propio cuerpo-que sirve de imán para centrar su práctica pictórica, quiero agregar que sucede otro tanto en lo que toca a la forma de su pintura. Hace mucho tiempo ya que su familia estética quedo conformada. Además le ha sucedido lo que les sucede a casi todas las familias, que con el paso de los años crecen, decrecen, se agotan, se amplían, pero siguen siendo las mismas. Así, por poner sólo un ejemplo, en lo que atañe al uso parco que del color hace Sandra Pani en gamas muy cerradas, restringidas, que tienen siempre como referencia el color blanco de los huesos, se han mencionado en los textos escritos sobre su trabajo algunos nombres como pueden ser los de Robert Ryman y Armando Reverón, “maestros en el complejo tratamiento de los blancos y de la luminosidad”, como nos recuerda Germaine Gómez Haro en su texto Las Huellas Sigilosas de Sandra Pani. De igual manera se podría pensar en Mark Tobey y sus “Escrituras blancas” o en las telas y bajorrelieves blancos del pintor britámico Ben Nicholson.
Sin embargo, si en algún pintor pienso cuando veo los cuadros blancos de Sandra Panies en Morandi. Y es que no sólo la austeridad de los blancos y la gama restringida de formas nos remiten al pintor italiano, sino que la destrucción metódica de toda perspectiva para construir a partir de esta tabula rasa un nuevo espacio pictórico es, sin lugar a dudas, una pasión compartida. Y aquí vale la pena citar a Giulio Carlo Argan que en el capítulo que dedica a la obra de Morandi, en su libro El arte moderno : del iluminismo a los movimientos contemporáneos, dice lo siguiente.
La investigación de Morandi parte de un espacio teórico cuya posibilidad de existencia se inicia en la perspectiva cúbica y vacía de la metafísica de Chirico. Pero, cuidado, porque la pintura de Morandi no es evasión en la, si no respecto de, la Metafísica...
Ignoro si Sandra Pani se evade en su pintura de la Metafísica o hacia la Metafísica. Lo que si resulta evidente es que algo se asoma o se esconde detrás de sus velos blanquecinos, Pero, ¿qué?. Otra cosa, ¿Y qué podría ser esa otra cosa? Sin duda es algo que no nos resulta evidente. Algo que los seres humanos no muestran de buen o mal grado en la plaza pública. Algo que se hurta a las relaciones que de manera común y corriente se entablan en la vida cotidiana. Algo que se halla más cerca del impresionante buey destazado que pintó Rembrandt que de sus penetrantes autorretratos. Es algo que tiene que ver con la fisiología pero que no es la fisiolofgía. Es algo más y algo menos que psicología. Es como si con sus cuadros Sandra intentara ofrecernos un retrato interior, lo mismo de la artista que de su arte, lo mismo del ser humano que de otra cosa.
Qué tanto puede llegar a ser un retrato reflejo de otra cosa, de otra realidad, nos los describe perfectamente una historia del siglo XX. Cuenta en sus crónicas el compositor ruso, Igor Stravinsky que en 1917, en ocasión de su primer encuentro en Roma, Picasso le hizo un bello retrato en el Hotel de la Russie, y se lo regaló. Nunca imaginó Stravansky los problemas que el dibujo de Picasso le iban provocar al momento de cruzar la frontera italiana, de regereso a Suiza:
Cuando las autoridades militares examinaron mi equipaje encontraron este dibujo y no querían dejarlo pasar por nada del mundo. Me preguntaron que representaba, y cuando les dije que se trataba de un retrato mío, dibujado por una artista notable, se negaron a creerme. "No es un retrato es un plano", dijo uno de ellos. "Si claro, es el plano de mi rostros pero nada mas, ", les respondí. Pero no conseguí convencerlos.
Queda claro, pues, que todo retrato, además de ser un retrato, es siempre algo más. Un plano de otra cosa. Otra realidad.
El otro artista que me viene a la mente cuando contemplo los cuadros de Sandra Pani, es Alberto Giacometti. La misma austeridad, la misma independencia, la misma pasión por llegar al fondo de la forma, al armazón del cuadro, al esqueleto. Una inclinación por ver, más que el mundo, lo que el mundo nos hace sentir. Y una voluntad por escuchar, más que al mundo de afuera, al mundo de dentro. Encontrar refugio en la vida interior no es cosa nueva. Hallar en ese interior flores, nidos, árboles y hasta bosques completos, ya es otra cosa.
Cuerpos y Árboles comparten, después de todo, no tan sólo el sustento de la tierra, sino un mismo modo de ocupar el espacio- por más que unos sean nómadas y otros no-así como una misma y vieja aspiración : honrar una verticalidad cuyos orígenes no se encuentran, tal vez, abajo sino arriba. Con las raíces en el cielo. Porque después de todo, y tal como lo veía Platón, el hombre es un árbol de imágenes que son flores que son frutos que son torsos que son cuadros.
Y es que, si bien a vuelo de pájaro los cuadros de Sandra Pani podrán recordarnos las inquietantes imágenes obtenidas por medio de los Rayos X, a medida que los observamos lenta y sostenidamente, nos van revelando sus verdaderas inteciones: en estas pinturas se trata de trazar los contornos de una vida, de captar la silueta de un misterio, de dar pie mediante la mano-pido perdón por el juego de palabras-más que a una radiografía, a una verdadera psicografía. Y es que aquí lo que realmente importa es dar a ver lo que no se puede ver a primera vista.
Como dice Santiago Espinosa de los Monteros en su ensayo, Sandra Pani: El cuarto tiempo "Importa sacar de lo visto las partes observadas como lo relevante de lo mirado pero cuyas entrañas no siempre se nos revelan de manera sencilla e inmediata sino hasta que son plasmadas por la mano que les otroga nuevo cuerpo. " Unas entrañas extrañas. Al menos, extrañadamente superficiales, puesto que, después de todo, estamos hablando de cuadros, telas pintadas, pinturas hechas con arte: superficiales, como toda la pintura, y convencionales, como todo el arte.
Aunque el proceso constructivo de los cuadros de Sandra Pani está planeado en dibujos, poco a poco en su trabajo la pintura ha ido ganando libertad hasta conseguir que se exprese por sí misma. En sus telas maás recientes el dibujo y la pintura (o la forma y el fondo, por hablar una vez más de esos polos eternos que provocan el movimiento en las artes visuales) son la misma cosa. La forma ...en el fondo... sí , ¿Pero qué es en realidad la forma? ¿Qué es el fondo? Pablo Picasso, siempre inteligente, decía con mucho humor. "La esencia de la fresa se esconde en su semilla,¡ y la semilla esta en la superficie!"
Y es justamente en la superficie de las pinturas de Sandra Pani que la entrañas del cuerpo representado se convierten,de manera sorprendente, en árboles y en flores, gracias al poder transformador de la lógica poética. Como decía ella misma en una de las notas que preceden a las reproducciones de sus dibujos-entonces recientes -exhibidos en 1999 en el Museo de Arte Contemporáneo de Yucatán: "Crear el cuerpo y el árbol esencialmente con la misma sustancia, otra vez preguntarme de qué están hechos: materia transparente, ligera, etérea, abierta, cálida, tangible".
Cuerpos, árboles. flores, nidos y corazones: seres en contínua transformación. Una verdadera transfiguración donde A=B=C = etc. Como dicen los versos de Octavio Paz en su "Carta de creencia" con la que cierra Árbol adentro.
La sangre:
música en el ramaje de las venas;
el tacto:
luz en la noche de los cuerpos.
La pintura de Sandra Pani es sangre, que es música, que es viento soñado entre las ramas del árbol del cuerpo.
Porque se trata de ir más allá, de ver más allá, de encontrar poesía en el acto mismo de pintar.
Se trata, al final de cuentas, de llegar a aspirar el perfume de la Flor del Corazón.
Por Alberto Blanco
Decía Pascal, en sus célebres Pensamientos, que "la desgracia de los hombres viene de una sola cosa: de no saberse estar quietos en su cuarto". ¿Qué necesidad hay -se preguntaba Pascal de navegar o de sitiar una plaza? ¿Para qué emprender grandes viajes o aventuras de descubrimiento-digo yo-si la vida es el viaje mismo y basta la vastedad del lugar que ocupamos para descubrir todo lo que nos es humanamente posible descubrir?
Sandra Pani es una artista que comulga con estas ideas y así nos lo deja ver en su pintura. Quedarse quieta, observar, sentirse una con el lugar que ocupa, es una manera de ver el mundo que resuena armoniosamente con su propia naturaleza. Es por ello que, al menos hasta hace muy poco, no había sentido la necesidad de explorar en su pintura un universo que fuera más allá del lugar que ocupa el cuerpo. Su viaje ha sido una iliada alrededor de su cuerpo, a la vez que una Odisea que busca regresar al manantial de sus orígenes, al venero de sus sensaciones, al ojo de agua de la atención. Así una y otra vez, Sandra se ha dibujado así misma sin descanso trazando con un lapiz o con un carboncillo el contorno de su figura, y explorando después , con distintos medios y materiales, en la profundida superficialidad de la pintura, el insondable mundo de las superficies interiores que nos constituyen.
En este sentido, su pintura se halla muy lejos del narcisismo evidente de muchos de los pintores y dibujantes que se han abocado a autorretratarse obsesivamente. Las incisivas exploraciones que del cuerpo hace Sandra Pani, no se regodean en los rasgos atractivos de la figura pública, glamorosa, social. El calor de la piel y el brillo de los maquillajes no le interesan. La atrae, en cambio, la posibilidad de penetrar con el pincel, como si fuera un escalpelo, en el interior del cuerpo, busca de otra cosa. ¿Será que con su pintura Sandra Pani busca recordar algo que el cuerpo sabe pero que guarda y calla celosamente? Los títulos de dos de sus exposiciones más recientes en la Casa Lamm así parecen sugerirlo: “El bisturí Óptico”, (1998) y “Memoria del Cuerpo”, (2003). ¿O será que esta exploración pictórica no busca nada en el tiempo y sí en el espacio… en el espacio mismo de la pintura? Porque no hay que olvidar que desde que artistas como Jackson Pollock (o su menos conocida esposa, La excelente pintora Lee Krasner), dejaron de ver la tela como una ventana por donde se asoma el mundo, para convertirla en el campo mismo de la experiencia artística donde un nuevo mundo se manifiesta, se convirtieron exactamente en lo mismo, lo que en la pintura se presenta y lo que la pintura representa. Los cuerpos pintados de Sandra Pani, con todas sus estructuras anatómicas, visibles, no son distintos del cuerpo de sus cuadros, en los que los trazos, las manchas, los borrones y los toques de color, escriben la historia de su vida. Una historia en la que podemos ver a la figura tutelar de su abuelo, el arquitecto Mario Pani, diciéndole a Sandra con franqueza: “que curioso…viéndote a ti jamás pensaría que pintas lo que pintas…” Y si he comenzado este ensayo diciendo que el arte de Sandra Pani no ha requerido de emprender grandes viajes para encontrar el objeto de su predilección-su propio cuerpo-que sirve de imán para centrar su práctica pictórica, quiero agregar que sucede otro tanto en lo que toca a la forma de su pintura. Hace mucho tiempo ya que su familia estética quedo conformada. Además le ha sucedido lo que les sucede a casi todas las familias, que con el paso de los años crecen, decrecen, se agotan, se amplían, pero siguen siendo las mismas. Así, por poner sólo un ejemplo, en lo que atañe al uso parco que del color hace Sandra Pani en gamas muy cerradas, restringidas, que tienen siempre como referencia el color blanco de los huesos, se han mencionado en los textos escritos sobre su trabajo algunos nombres como pueden ser los de Robert Ryman y Armando Reverón, “maestros en el complejo tratamiento de los blancos y de la luminosidad”, como nos recuerda Germaine Gómez Haro en su texto Las Huellas Sigilosas de Sandra Pani. De igual manera se podría pensar en Mark Tobey y sus “Escrituras blancas” o en las telas y bajorrelieves blancos del pintor britámico Ben Nicholson.
Sin embargo, si en algún pintor pienso cuando veo los cuadros blancos de Sandra Panies en Morandi. Y es que no sólo la austeridad de los blancos y la gama restringida de formas nos remiten al pintor italiano, sino que la destrucción metódica de toda perspectiva para construir a partir de esta tabula rasa un nuevo espacio pictórico es, sin lugar a dudas, una pasión compartida. Y aquí vale la pena citar a Giulio Carlo Argan que en el capítulo que dedica a la obra de Morandi, en su libro El arte moderno : del iluminismo a los movimientos contemporáneos, dice lo siguiente.
La investigación de Morandi parte de un espacio teórico cuya posibilidad de existencia se inicia en la perspectiva cúbica y vacía de la metafísica de Chirico. Pero, cuidado, porque la pintura de Morandi no es evasión en la, si no respecto de, la Metafísica...
Ignoro si Sandra Pani se evade en su pintura de la Metafísica o hacia la Metafísica. Lo que si resulta evidente es que algo se asoma o se esconde detrás de sus velos blanquecinos, Pero, ¿qué?. Otra cosa, ¿Y qué podría ser esa otra cosa? Sin duda es algo que no nos resulta evidente. Algo que los seres humanos no muestran de buen o mal grado en la plaza pública. Algo que se hurta a las relaciones que de manera común y corriente se entablan en la vida cotidiana. Algo que se halla más cerca del impresionante buey destazado que pintó Rembrandt que de sus penetrantes autorretratos. Es algo que tiene que ver con la fisiología pero que no es la fisiolofgía. Es algo más y algo menos que psicología. Es como si con sus cuadros Sandra intentara ofrecernos un retrato interior, lo mismo de la artista que de su arte, lo mismo del ser humano que de otra cosa.
Qué tanto puede llegar a ser un retrato reflejo de otra cosa, de otra realidad, nos los describe perfectamente una historia del siglo XX. Cuenta en sus crónicas el compositor ruso, Igor Stravinsky que en 1917, en ocasión de su primer encuentro en Roma, Picasso le hizo un bello retrato en el Hotel de la Russie, y se lo regaló. Nunca imaginó Stravansky los problemas que el dibujo de Picasso le iban provocar al momento de cruzar la frontera italiana, de regereso a Suiza:
Cuando las autoridades militares examinaron mi equipaje encontraron este dibujo y no querían dejarlo pasar por nada del mundo. Me preguntaron que representaba, y cuando les dije que se trataba de un retrato mío, dibujado por una artista notable, se negaron a creerme. "No es un retrato es un plano", dijo uno de ellos. "Si claro, es el plano de mi rostros pero nada mas, ", les respondí. Pero no conseguí convencerlos.
Queda claro, pues, que todo retrato, además de ser un retrato, es siempre algo más. Un plano de otra cosa. Otra realidad.
El otro artista que me viene a la mente cuando contemplo los cuadros de Sandra Pani, es Alberto Giacometti. La misma austeridad, la misma independencia, la misma pasión por llegar al fondo de la forma, al armazón del cuadro, al esqueleto. Una inclinación por ver, más que el mundo, lo que el mundo nos hace sentir. Y una voluntad por escuchar, más que al mundo de afuera, al mundo de dentro. Encontrar refugio en la vida interior no es cosa nueva. Hallar en ese interior flores, nidos, árboles y hasta bosques completos, ya es otra cosa.
Cuerpos y Árboles comparten, después de todo, no tan sólo el sustento de la tierra, sino un mismo modo de ocupar el espacio- por más que unos sean nómadas y otros no-así como una misma y vieja aspiración : honrar una verticalidad cuyos orígenes no se encuentran, tal vez, abajo sino arriba. Con las raíces en el cielo. Porque después de todo, y tal como lo veía Platón, el hombre es un árbol de imágenes que son flores que son frutos que son torsos que son cuadros.
Y es que, si bien a vuelo de pájaro los cuadros de Sandra Pani podrán recordarnos las inquietantes imágenes obtenidas por medio de los Rayos X, a medida que los observamos lenta y sostenidamente, nos van revelando sus verdaderas inteciones: en estas pinturas se trata de trazar los contornos de una vida, de captar la silueta de un misterio, de dar pie mediante la mano-pido perdón por el juego de palabras-más que a una radiografía, a una verdadera psicografía. Y es que aquí lo que realmente importa es dar a ver lo que no se puede ver a primera vista.
Como dice Santiago Espinosa de los Monteros en su ensayo, Sandra Pani: El cuarto tiempo "Importa sacar de lo visto las partes observadas como lo relevante de lo mirado pero cuyas entrañas no siempre se nos revelan de manera sencilla e inmediata sino hasta que son plasmadas por la mano que les otroga nuevo cuerpo. " Unas entrañas extrañas. Al menos, extrañadamente superficiales, puesto que, después de todo, estamos hablando de cuadros, telas pintadas, pinturas hechas con arte: superficiales, como toda la pintura, y convencionales, como todo el arte.
Aunque el proceso constructivo de los cuadros de Sandra Pani está planeado en dibujos, poco a poco en su trabajo la pintura ha ido ganando libertad hasta conseguir que se exprese por sí misma. En sus telas maás recientes el dibujo y la pintura (o la forma y el fondo, por hablar una vez más de esos polos eternos que provocan el movimiento en las artes visuales) son la misma cosa. La forma ...en el fondo... sí , ¿Pero qué es en realidad la forma? ¿Qué es el fondo? Pablo Picasso, siempre inteligente, decía con mucho humor. "La esencia de la fresa se esconde en su semilla,¡ y la semilla esta en la superficie!"
Y es justamente en la superficie de las pinturas de Sandra Pani que la entrañas del cuerpo representado se convierten,de manera sorprendente, en árboles y en flores, gracias al poder transformador de la lógica poética. Como decía ella misma en una de las notas que preceden a las reproducciones de sus dibujos-entonces recientes -exhibidos en 1999 en el Museo de Arte Contemporáneo de Yucatán: "Crear el cuerpo y el árbol esencialmente con la misma sustancia, otra vez preguntarme de qué están hechos: materia transparente, ligera, etérea, abierta, cálida, tangible".
Cuerpos, árboles. flores, nidos y corazones: seres en contínua transformación. Una verdadera transfiguración donde A=B=C = etc. Como dicen los versos de Octavio Paz en su "Carta de creencia" con la que cierra Árbol adentro.
La sangre:
música en el ramaje de las venas;
el tacto:
luz en la noche de los cuerpos.
La pintura de Sandra Pani es sangre, que es música, que es viento soñado entre las ramas del árbol del cuerpo.
Porque se trata de ir más allá, de ver más allá, de encontrar poesía en el acto mismo de pintar.
Se trata, al final de cuentas, de llegar a aspirar el perfume de la Flor del Corazón.
Por Alberto Blanco
FLOR DEL CORAZÓN
In this Thoughts, Pascal wrote. "All men´s miseries derive from not being able to sit in a quiet room alone. " What compels us- he would ask- to embark on the quest of laying siege to a city? Why would we take a long journey or a voyage of exploration, if life itself is a tour and the expanse of the place we occupy is enough to discover all that is humanly possible to discover?
Sandra Pani is an artist who shares these ideas and lets them flourish in her paintings. Keeping quiet, in contemplation, anda feeling as one with the place she occupies is a way of taking up a world that harmoniosly relates to her own nature. That is why, at least until quite recently, she hadn´t felt the need to explore a universe beyond the boundaries of her own body.
Hers was a Homeric trip around her body, searching for her origins, the lode of her feelings and the source of her awareness. Thus, time and again Sandra was endlessly drawing herself, using a pencil to trace the outline of her figure, and later on-with the help of a wide array of materials-she explored the bottomless world of inner surface that constitute us all, with the profund superficially of painting.
In this sense, her painting is far from the obvious narcissim evident in many painters and draftsmen who have obsessively been executing self-portraits. Sandra´s incisive explorations of warmth of the skin and the glittering makeup are not her thing. She is attracted to the possibility of penetrating the body, using the brush as if it were a scalpel, getting inside the body in order to search for other things.
Is it possible that Sandra Pani´s painting aim to recall something that the body knows, but that it relentlessly hides and keeps silent about? The titles of her most recent exhibitions-"The Optical Scalpel" (1998) and "Body Memory" (2003)- would seem to suggest just that. It might also be that this pictorial search is after nothing that is found in time, only in space of painting itself? One cannot forget that, ever since artists such as Jackson Pollock (or his lesser-know wife, the excellent Lee Krasner) stopped seeing the canvas as some kind of window through which the world shows itself, and started transforming it into the field where the new world of artistic experience becomes manifiest, what the painting presents and what it represents became one and the same thing.
Sandra Pani´s painted bodies, showing all their anatomical structures, are no different from her painting´s bodies, in which strokes, spots, erasures and touches of color write her story, one in which we can glimpse the tutelary figure of her grandfather, architect Mario Pani, frankly telling Sandra: "That´s curious, looking at you one would never guess that you paint what you do paint..."
Having started this essay by stating that Sandra Pani´s art hasn´t needed to take long trips to find the object of her predilection-her own body, serving as a magnet to find the bearings of her pictorial practice-I would like to add that the same happens regarding her work´s shape. It has been a long time since her aesthic family was formed, and the same has happened to it that usually happens with time to all families: they grow and diminish, narrow and widen, but are always essentially the same.
Let me give one example related to her sparing use of color, using restricted palettes that always relate to the whiteness of bones.This has been mentioned in texts written about her that invoke the likes of Robert Ryman and Armando Reverón, "masters in the strenuous art of whites and luminosity", as Germaine Gómez Haro writes in her Sandra Pani´s Furtive Steps. This could also be said of Mark Tobey and his "White Scriptures" or the canvasses and white bass-relief works by british painter Ben Nicholson.
But if any painter comes to mind when reflecting about Sandra Pani´s white paintings it is Morandi. It is not only the austerity of white hues and the restricted range of forms that make us think about the Italian painter, but also the methodical destrcution of all perspective to build, from this tabula rasa, a new pictorial space that is undoubtedly a shared passion. And there´s no better place to quote Giulio Carlo Argan, who, in the chapter devoted to Morandi in his book Modern Art: From Illuminism to Contemporary Movements (not available in English), states the following:
Morandi´s search springs from a theoretical space whose very feasibily starts in the cubist and empty perspective of Chirico´s. But beware, since Morandi´s paintings do not evade Metaphysics; they are an evasion regarding Metaphysics...
I do not Know if Sandra Pani evades Metaphysics evades towards Metaphysics. But it is evident that there´s something sticking out from or hiding behind her whitish veils. What is it? something else.
What might that something else be? It is something far from evident, a trait that huma beings do not show willingly on the public arena. Something that we keep absent from the relationships we enter into in everyday life-something more akin to the impressive slaughtered ox painted by Rembrandt than to his penetrating self-portraits.. It is something to do with the body, but it is not the body; something to do with physiology, but not physiology. It is more and less than physichology. It is as if Sandra were trying to show us an inner portrait, both of herself and of her works, and as much of the human beings as of that something else.
just to what extent may a portrait be the reflection of something else, of other reality is perfectly described in a 2oth century story. Russian composer, Igor Stravinsky, recalls in his Chronicles that in 1917 he met Picasso for the first time in Rome. The painter made a beautiful portrait of the composer at the Hotel de la Russie and presented it to him. Never did Stravinsky imagine the problems that Picasso´s drawing would cause him on crossing the Italo-Swiss border.
When the miitary authorities examined my luggage they found the drawing and wouldn´t let it throug. the asked me what it represented, and when I told them it was my own portrait, executed by a great artist they refuse to belive me: "It´s not a portrait; it´s a map", one of them said. "Well, certainly, it´s the map of my face, but nothing else", I replied, but wasn´t able to convince them.
It is thus clear that every portrait is also something else, the map of some other thing, of another reality.
The other artist taht comes to mind when viewing Sandra Pani´s paintings is Alberto Giacometti, in whose works one finds the same austerity, the same independence, the same pasion for reaching the depths of from, the world´s framework, its very skeleton. There is a fondness for seeing beyond the world towards what the world makes us feel, and a will to listening to the inner world rather than to the exterior world. It may not be new to find refuge in the inner life, but is certainly something else to find flowers, nests, trees and even whole forests in that recess.
Bodies and trees share, after all, not only the sustenance of earth, but also a similar way of occupiying space-even if some can change place and some can´t. They also share an old ambition: to honor a verticality whose origins are to be found above, rather than below-whose roots are in the sky. After all, Plato himself used to think that man is an inverse tree, and one may paraphrase Octavio Paz by imagining man as a tree bearing images that are flowers that are fruits that are torsos that are paintings.
If on a first viewing Sandra Pani´s paintings could remind us of disturbing x-ray images, once we continue looking at them slowly and steadfastly, they reveal their true intent: to try to trace the outlines of a life, to capture the silhoutte of a misery, to create someone´s psycography (rather than their radiography), for what really matters here is to show what cannot be grasped at first sight.
As Santiago Espinosa de los Monteros says in his essay Sandra Pani: the Fourth Time, "It maters to extract from what is viewed those parts that have been noticed-that´s what is relevant there, since the insides are not often revealed in a simple or immediate way until they have been expressed by a hand that provides them with a new body." Strange entrails, indeed, or at least strangely superficial, since, after all we are talking of painted canvasses, artful paintings, superficial like any painting, and conventional as all art is.
Although the constructive process of Sandra Pani´s paintings is planned using drawings, her work has been gaining more and more freedom until reaching the point of self-expression. In her more recent canvasses drawing and painting (or form and content, to return once again to those eternal poles that mark an alternate movement in visual arts) are one and the same.
Form.. content.. yes, but what are the really? Pablo Picasso, always an intelligent observer, use to say -not without humor-:" the essence of an strawberry is in its seeds, but its seeds are in its surface!"
It is precisely in the surface of Sandra Pani´s paintings that the entrails of the represented body are surprisingly turned into trees and flowers, thanks to the transforming power of the poetic logic. As she would herself say in Note preceding the reproduction of her then recent drawings. exhibited in 1999 at the Museo de Arte Contemporaneo de Yucatán: "To create the body and the tree essentially with the same sibstance, and ask myself again what are they made of: transparent, filmsy, ethereal, open, warm, tangible matter."
Bodies, trees, flowers, nests, hearts: being in continuous transformation. A veritable transfiguration where A=B=C and so on. As Octavio Paz wrote in his "Letter of Testimony" that closes A Tree Within:
Blood:
Music on the foliage of veins;
Touch:
Light in the night of the bodies
Sandra Pani´s paintings are blood that is music that is wind dreaming in the branches of the tree that is also our body.
For all this about going beyond and seeing further; about finding poetry in the very act of painting.
It is, after all, about smelling the fragance of that flower that lives within the heart.
By Alberto Blanco
In this Thoughts, Pascal wrote. "All men´s miseries derive from not being able to sit in a quiet room alone. " What compels us- he would ask- to embark on the quest of laying siege to a city? Why would we take a long journey or a voyage of exploration, if life itself is a tour and the expanse of the place we occupy is enough to discover all that is humanly possible to discover?
Sandra Pani is an artist who shares these ideas and lets them flourish in her paintings. Keeping quiet, in contemplation, anda feeling as one with the place she occupies is a way of taking up a world that harmoniosly relates to her own nature. That is why, at least until quite recently, she hadn´t felt the need to explore a universe beyond the boundaries of her own body.
Hers was a Homeric trip around her body, searching for her origins, the lode of her feelings and the source of her awareness. Thus, time and again Sandra was endlessly drawing herself, using a pencil to trace the outline of her figure, and later on-with the help of a wide array of materials-she explored the bottomless world of inner surface that constitute us all, with the profund superficially of painting.
In this sense, her painting is far from the obvious narcissim evident in many painters and draftsmen who have obsessively been executing self-portraits. Sandra´s incisive explorations of warmth of the skin and the glittering makeup are not her thing. She is attracted to the possibility of penetrating the body, using the brush as if it were a scalpel, getting inside the body in order to search for other things.
Is it possible that Sandra Pani´s painting aim to recall something that the body knows, but that it relentlessly hides and keeps silent about? The titles of her most recent exhibitions-"The Optical Scalpel" (1998) and "Body Memory" (2003)- would seem to suggest just that. It might also be that this pictorial search is after nothing that is found in time, only in space of painting itself? One cannot forget that, ever since artists such as Jackson Pollock (or his lesser-know wife, the excellent Lee Krasner) stopped seeing the canvas as some kind of window through which the world shows itself, and started transforming it into the field where the new world of artistic experience becomes manifiest, what the painting presents and what it represents became one and the same thing.
Sandra Pani´s painted bodies, showing all their anatomical structures, are no different from her painting´s bodies, in which strokes, spots, erasures and touches of color write her story, one in which we can glimpse the tutelary figure of her grandfather, architect Mario Pani, frankly telling Sandra: "That´s curious, looking at you one would never guess that you paint what you do paint..."
Having started this essay by stating that Sandra Pani´s art hasn´t needed to take long trips to find the object of her predilection-her own body, serving as a magnet to find the bearings of her pictorial practice-I would like to add that the same happens regarding her work´s shape. It has been a long time since her aesthic family was formed, and the same has happened to it that usually happens with time to all families: they grow and diminish, narrow and widen, but are always essentially the same.
Let me give one example related to her sparing use of color, using restricted palettes that always relate to the whiteness of bones.This has been mentioned in texts written about her that invoke the likes of Robert Ryman and Armando Reverón, "masters in the strenuous art of whites and luminosity", as Germaine Gómez Haro writes in her Sandra Pani´s Furtive Steps. This could also be said of Mark Tobey and his "White Scriptures" or the canvasses and white bass-relief works by british painter Ben Nicholson.
But if any painter comes to mind when reflecting about Sandra Pani´s white paintings it is Morandi. It is not only the austerity of white hues and the restricted range of forms that make us think about the Italian painter, but also the methodical destrcution of all perspective to build, from this tabula rasa, a new pictorial space that is undoubtedly a shared passion. And there´s no better place to quote Giulio Carlo Argan, who, in the chapter devoted to Morandi in his book Modern Art: From Illuminism to Contemporary Movements (not available in English), states the following:
Morandi´s search springs from a theoretical space whose very feasibily starts in the cubist and empty perspective of Chirico´s. But beware, since Morandi´s paintings do not evade Metaphysics; they are an evasion regarding Metaphysics...
I do not Know if Sandra Pani evades Metaphysics evades towards Metaphysics. But it is evident that there´s something sticking out from or hiding behind her whitish veils. What is it? something else.
What might that something else be? It is something far from evident, a trait that huma beings do not show willingly on the public arena. Something that we keep absent from the relationships we enter into in everyday life-something more akin to the impressive slaughtered ox painted by Rembrandt than to his penetrating self-portraits.. It is something to do with the body, but it is not the body; something to do with physiology, but not physiology. It is more and less than physichology. It is as if Sandra were trying to show us an inner portrait, both of herself and of her works, and as much of the human beings as of that something else.
just to what extent may a portrait be the reflection of something else, of other reality is perfectly described in a 2oth century story. Russian composer, Igor Stravinsky, recalls in his Chronicles that in 1917 he met Picasso for the first time in Rome. The painter made a beautiful portrait of the composer at the Hotel de la Russie and presented it to him. Never did Stravinsky imagine the problems that Picasso´s drawing would cause him on crossing the Italo-Swiss border.
When the miitary authorities examined my luggage they found the drawing and wouldn´t let it throug. the asked me what it represented, and when I told them it was my own portrait, executed by a great artist they refuse to belive me: "It´s not a portrait; it´s a map", one of them said. "Well, certainly, it´s the map of my face, but nothing else", I replied, but wasn´t able to convince them.
It is thus clear that every portrait is also something else, the map of some other thing, of another reality.
The other artist taht comes to mind when viewing Sandra Pani´s paintings is Alberto Giacometti, in whose works one finds the same austerity, the same independence, the same pasion for reaching the depths of from, the world´s framework, its very skeleton. There is a fondness for seeing beyond the world towards what the world makes us feel, and a will to listening to the inner world rather than to the exterior world. It may not be new to find refuge in the inner life, but is certainly something else to find flowers, nests, trees and even whole forests in that recess.
Bodies and trees share, after all, not only the sustenance of earth, but also a similar way of occupiying space-even if some can change place and some can´t. They also share an old ambition: to honor a verticality whose origins are to be found above, rather than below-whose roots are in the sky. After all, Plato himself used to think that man is an inverse tree, and one may paraphrase Octavio Paz by imagining man as a tree bearing images that are flowers that are fruits that are torsos that are paintings.
If on a first viewing Sandra Pani´s paintings could remind us of disturbing x-ray images, once we continue looking at them slowly and steadfastly, they reveal their true intent: to try to trace the outlines of a life, to capture the silhoutte of a misery, to create someone´s psycography (rather than their radiography), for what really matters here is to show what cannot be grasped at first sight.
As Santiago Espinosa de los Monteros says in his essay Sandra Pani: the Fourth Time, "It maters to extract from what is viewed those parts that have been noticed-that´s what is relevant there, since the insides are not often revealed in a simple or immediate way until they have been expressed by a hand that provides them with a new body." Strange entrails, indeed, or at least strangely superficial, since, after all we are talking of painted canvasses, artful paintings, superficial like any painting, and conventional as all art is.
Although the constructive process of Sandra Pani´s paintings is planned using drawings, her work has been gaining more and more freedom until reaching the point of self-expression. In her more recent canvasses drawing and painting (or form and content, to return once again to those eternal poles that mark an alternate movement in visual arts) are one and the same.
Form.. content.. yes, but what are the really? Pablo Picasso, always an intelligent observer, use to say -not without humor-:" the essence of an strawberry is in its seeds, but its seeds are in its surface!"
It is precisely in the surface of Sandra Pani´s paintings that the entrails of the represented body are surprisingly turned into trees and flowers, thanks to the transforming power of the poetic logic. As she would herself say in Note preceding the reproduction of her then recent drawings. exhibited in 1999 at the Museo de Arte Contemporaneo de Yucatán: "To create the body and the tree essentially with the same sibstance, and ask myself again what are they made of: transparent, filmsy, ethereal, open, warm, tangible matter."
Bodies, trees, flowers, nests, hearts: being in continuous transformation. A veritable transfiguration where A=B=C and so on. As Octavio Paz wrote in his "Letter of Testimony" that closes A Tree Within:
Blood:
Music on the foliage of veins;
Touch:
Light in the night of the bodies
Sandra Pani´s paintings are blood that is music that is wind dreaming in the branches of the tree that is also our body.
For all this about going beyond and seeing further; about finding poetry in the very act of painting.
It is, after all, about smelling the fragance of that flower that lives within the heart.
By Alberto Blanco